En estos últimos días me encontré admirando (y envidiando un
poquito, para ser honesta) a personas talentosísimas que tengo a mi alrededor
con distintos grados de cercanía. De las que son conocidas por acá: las ChicasBotánicas y su genial capacidad de trasmitir conocimientos y amor por las
plantas (y ni hablar de su energía inagotable), a Marina y su eterno hacer del
mundo un lugar más bello. A Dolo y su ojo mágico, Vero y su Verositud, su manera
de ser Hada Frutilla todo el tiempo, Juli y su generosidad + dulzura (mucha más
de la que tienen todas sus recetas juntas) y tanta otra gente linda, además de amigos y familiares con talentos (superpoderes?) varios.
Pensaba entonces cuál era mi talento.
Pensaba entonces cuál era mi talento.
Me defiendo con dignidad cocinando, escribiendo, sacando fotos (mejores los retratos que la foto fija, vaya uno a saber porqué), poniendo lindo el mundo a mi alrededor. Nada de eso lo hago tan bien como me gustaría aunque no dejo de intentarlo (ay ay ay… ojalá mis habilidades productivas estuvieran a la altura de mi criterio estético!)